No todos los cafés son iguales y no siempre me apetece lo mismo. Por eso hay que aprender a descubrir la variedad y el tipo que mejor se adapta a cada circunstancia. Para desayunar me gustan los cafés claritos, las infusiones ligeras y aromáticas, tipo americano, que preparo en cafeteras de filtro o de émbolo.
Los amantes del café siempre tenemos una batería de instrumentos con el objetivo de intentar conseguir los mejores resultados.
Después de comer prefiero los cafés concentrados, los expresos al estilo italiano, muy cortitos, como dicen los italianos, “risttretos”, para disfrutar de su esencia al máximo.
La experiencia me ha enseñado que sea cual fuere el método utilizado, los tiempos de infusión tienen que ser cortos, muy breves. En el primer tramo de la extracción el agua se impregna de los mejores aromas de los granos molidos. Poco después el agua empieza a arrastrar los alquitranes del café, los gustos a maderas y los sabores amargos.
Los buenos cafés tipo americano se preparan en cafeteras de émbolo, pero también pueden obtenerse a partir de “risttretos” a los que se añade agua caliente. Nada que ver con esos falsos cafés americanos de extracción larguísima que sirven en muchos restaurantes dejando pasar el agua por el “porta” de la cafetera a presión durante mucho tiempo hasta llenar tazas grandes, lo que da lugar a resultados pésimos.
Durante muchos años he sido enemigo acérrimo de las monodosis. Ahora, sin embargo, he empezado rectificar mi postura al observar que hay empresas que ofrecen calidades notables, incluso magníficas. Después de llegar a esta convicción he tenido que incorporar una maquinita doméstica para monodosis con la que obtengo grandes resultados.
Todos me gustan, pero mi gran debilidad son los cappuccinos. Un cappuccino bien elaborado no es un café concentrado con espuma encima, sino algo más complejo. En el fondo de una taza, de tamaño medio/grande, debe haber un gran expreso, concentrado y corto, con la crema color avellana, ligeramente rojiza, fragante y de gusto equilibrado y pleno. Luego (optativo),el café se espolvorea con un leve toque de chocolate en polvo. El resto de la taza se completa con una crema de leche espumosa, densa y ligeramente untuosa, cuya textura se consigue sometiendo la leche durante unos minutos al efecto de vapor seco. Al verterla los expertos realizan un suave movimiento de muñeca para que en la superficie de la taza se forme un dibujo, tal vez un corazón o acaso una flor de dibujo geométrico. Toda una habilidad estética. Un buen cappuccino es un acontecimiento gastronómico. Hasta tal punto que todos los años se celebran campeonatos del mundo en colaboración con la Asociación Europea de Cafés de Especialidad.
Fuente: Café y estilo de vida saludable.